viernes, 22 de febrero de 2008

emeequis 107

La generación extra extra grande

Cientos de miles de adolescentes mexicanos padecen obesidad mórbida

México, dicen las instituciones de salud nacionales y extranjeras, se está convirtiendo en un país de gordos. Y alertan sobre el creciente sobrepeso. Lo que casi nadie dice es que las cosas son más serias aún: que existe una generación, miles y miles de adolescentes mexicanos, que padecen obesidad mórbida, una enfermedad neuroquímica, evolutiva y mortal que acorta la esperanza y la calidad de vida.

Son los integrantes de La generación extra-extra grande, niños y adolescentes con 40 o 45 kilos de sobrepeso, medidas descomunales, propensos a enfermedades vinculadas con la obesidad y que los llevará a la muerte en un plazo no muy largo.

Hoy los niños presentan dolencias antes únicamente diagnosticadas a los adultos: problemas pulmonares, alteraciones respiratorias durante el sueño; cálculos biliares e hígado graso, pubertad precoz, quistes ováricos y atrofia del órgano sexual masculino; diabetes, insuficiencia renal, colesterol alto, hipertensión, tendencia a la trombosis; deformación en los pies, deterioro de la cabeza del fémur y riesgo de fracturas del antebrazo; trastornos neurológicos y psiquiátricos, alteraciones de la visión, depresión…

Por si no bastara, padecen una atroz discriminación y una marcada angustia por la estigmatización. No. Esta nueva generación extra extra grande no la pasa nada bien.

17/02/2008 § ‡ Comenta

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domingo, 18 de febrero de 2007

Textos recuperados de mexicojuega




visita-mexicojuega



1932: El exceso de ilusiones




Pedro Díaz G.

Para la tercera actuación de México en los Juegos Olímpicos, se incurre en errores de apreciación: hay un exceso de confianza antes de partir, pues, dos años antes, durante los Segundos Juegos Centroamericanos, realizados en Cuba, México fue el campeón.
Además, no hay dinero, como siempre, para el viaje, y se inicia una tercera colecta a nivel nacional, y como el Comité de Finanzas apenas logra reunir 19 mil 500 pesos, la colonia mexicana en Los Ángeles soluciona parte del problema: envía 2 mil dólares al Comité Olímpico Mexicano.

Ya en Los Ángeles, la delegación se hospeda en la Villa Olímpica, en Westhood Hills.

Pero, tal como lo pronosticaban los más escépticos, los deportistas mexicanos suman derrotas, una a una...

Hasta la noche del 12 de agosto, cuando Francisco Cabañas vence al inglés Stanley Pardoe, pasa a la final y asegura para México la primera presea olímpica. Disputará la de oro al húngaro Stephan Enekes. La perderá.

A la mañana siguiente, el tirador Gustavo Huet, con 294 puntos, empata con el sueco Bartil Ronnmark en el primer lugar. En la ronda definitiva, cae el mexicano.

Pero ya. Ya tiene México dos medallas de plata.

Debía existir un júbilo generalizado, pero no.

Acaban los Juegos. Regresan a la patria los deportistas.

Y no son recibidos con loas, como se esperaba. No. Todo lo contrario. Publicó EL UNIVERSAL la llegada, el 19 de agosto de 1932: Ayer a las 6.20 de la tarde llegaron a México los componentes de la delegación mexicana a la décima olimpiada.

Sólo los familiares y amigos de los que llegaban, así como uno que otro miembro del Comité Olímpico y de las federaciones que enviaron representantes, acudieron a la estación Colonia. Cuando se detuvo el tren en que venía la delegación, los más entusiastas iniciaron un aplauso, el cual murió enseguida.

Los familiares rodearon a aquel a quien iban a esperar y se fueron retirando.

Al ver la triste llegada de nuestros atletas, que sea por lo cansados que venían del largo viaje, o por cualquier otra circunstancia, apenas si querían hablar, y no pudimos sino recordar aquella llegada gloriosa de hace dos años cuando los nuestros regresaron de Cuba y el público llenaba por completo la estación de Buenavista por donde llegaron.

Hace cuatro años, cuando nuestros atletas regresaron de Amsterdam, donde tampoco obtuvieron triunfo alguno, la recepción que se les hizo fue mucho más calurosa que ahora. Eso se debe a que entonces salió nuestra delegación sin que esperáramos nada de ellos, en tanto que ahora por una propaganda mal ideada, se hizo creer que sí podíamos alcanzar algunas victorias, las cuales, al no venir, causaron desilusión.

Entre los recién llegados pudimos ver a Cabañitas, el boxeador que legó a finales y a quien decidimos hacerle algunas preguntas. Cabañitas nos confesó que había perdido el match decisivo por cansancio. No podía yo hacer los movimientos más rápido, nos dijo. Cuando pensaba hacer una cosa, ya tenía el golpe encima. Creo que eso se debe a que tuvo que pelear diario, a lo cual no estaba yo acostumbrado.

Nos hizo notar Cabañas, que sería bueno que para la próxima olimpiada se obligara los boxeadores de aquí a pelear con más frecuencia, para que se acostumbraran.

No hay porras ni vivas por el metal olímpico obtenido por vez primera en unos Juegos. Hay eterna satisfacción personal.

Pero...



Fueron héroes...



Lawson Robertson, entrenador de pista y campo del equipo estadounidense, algo observó en el desempeño de los mexicanos. Dijo a este diario, al terminar los Juegos Olímpicos de 1932: Físicamente los mexicanos son tan buenos como los demás. Fueron unos héroes. Pero pudimos darnos cuenta de que la falta de entrenamiento, de cuidado con ellos, fue el motivo de que no ganaran en ningún evento de pista. Si en su país se preocuparan por ellos debidamente, habrá que verlos en la Olimpiada de 1936...

Julio, 2004




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Saturday, June 03, 2006
1964: una medalla para el honor


Pedro Díaz G.

En Tokio se celebraron los primeros Juegos Olímpicos asiáticos. Un éxito: la asistencia masiva justificó la inversión de 3 mil millones de dólares que el gobierno japonés destinó a la construcción de estadios.
Todo lo relacionado con el deporte olímpico, en estos años, era noticia. Ya en Europa los científicos comenzaban a poner sus dudas sobre la altitud de la ciudad de México, sede siguiente. Sus 2 mil 540 metros sobre el nivel del mar asustaban a los especialistas del cuerpo humano.

Sudáfrica no fue invitada; Indonesia y Corea del Norte fueron vetadas, 14 países participaron por primera vez, y naciones participantes sumaban ya 93. Tokio realizaría los Juegos de 1940, pero se cancelaron por la guerra chinojaponesa en el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial y entonces los nipones anhelaban mostrar al mundo su rápida recuperación: ampliaron el estadio olímpico a 85 mil asientos en el Parque Meiji, construyeron la piscina Yoyogui, el Gimnasio Nacional, la Villa Olímpica y una Villa Olímpica para periodistas, entre muchos otros escenarios.

Pero no se trataba de mostrar únicamente el esplendor de las construcciones, la calidez y hospitalidad de su gente, sino su avanzada tecnología: a través del satélite Symcom III se transmitió por primera vez en la historia de los Juegos una señal a color que llegó a todos los televisores del archipiélago. Y con una transmisión diferida invadieron los hogares de diversas partes del mundo para alcanzar una teleaudiencia de 600 millones de personas.

Hubo una estrella en Japón: el atleta con más medallas, el nadador estadounidense Don Schollander, cuatro oros; la gimnasta soviética Larissa Latynina celebró su última aparición olímpica con un total de seis medallas, dos de ellas, oro.



El boxeo, 28 años después...



Tiempos deportivos pero también tiempos electorales: en noviembre de 1963 fue postulado a candidato a la Presidencia de la República por el PRI Gustavo Díaz Ordaz y mientras los atletas se preparaban para su cita olímpica las campañas políticas inundaban los titulares.

Imbuídos de la energía que emana de los aros olímpicos, la delegación, por supuesto, creció y a Tokio viajaron 90 deportistas, teniendo como abanderado al maratonista Fidel Negrete.

Tras las primeras y desilusionantes derrotas, a las actuaciones lejanas al podio, pocos confiaban en la cosecha de medallas.

Menos aún cuando a Juan Fabila le tocó un calendario de peleas que poco camino le auguraba. Pero lo hizo. El mexicano fue ganando sus peleas y tras derrotar al iraní Sadek Aliakbar, a Pak Chaw de Hong Kong, y cuando toca enfrentar al soviético Oleg Grygoryev, el campeón olímpico de Roma, sus propios compañeros de delegación no le dan muchas esperanzas. Sin embargo, lo vence y así asegura, cuando menos, la medalla de bronce.

Nadie creía en él.

Ese día ni sus compañeros de equipo ni siquiera le acompañaron en la arena. Tres días después enfrentaría en la pelea semifinal al coreano Shin Cho Chung. Y Fabila perdió inexplicablemente.

Los enviados de entonces argumentan que en ese combate a Fabila le faltó brío, coraje; que tal vez si hubiera forzado el ritmo de las acciones, si hubiera ido a una pelea más directa, podría haber avanzado a la final, con lo que, cuando menos, la medalla de plata estaría asegurada.

Pero no. Juan Fabila venció pulcramente (4-1) al campeón olímpico de Roma, al temible ruso, ante la apatía generalizada de todos los miembros de su delegación, y pudo arañar el oro olímpico. Algo apesadumbrado hizo maletas para volver, pero en el avión se dio cuenta de que todos los periódicos en México hablaban de él, de sus triunfos, del orgullo que significa portar una medalla. Del honor.
posted by Pedro Díaz G. @ 3:16 PM 0 comments
1944: Los estragos de la Guerra


Pedro Díaz G.

Tras la muerte del presidente del Comité Olímpico Internacional, Henri de Baillet-Latour, la primera decisión que debe tomar su sucesor, Sigfried Destroem es difícil: el sueco, antes vicepresidente, anuncia que no habrá Juegos Olímpicos en 1944, por la II Guerra Mundial.
Del otro lado del Atlántico se decide también: no habrá Juegos Deportivos Centroamericanos.

Tampoco serán disputados los I Juegos Panamericanos.

Cuando dos ediciones quedaron sin realizarse, tras una década de armisticio: Tokio 1940 nunca pudo celebrarse, y cuando se decidió trasladar la sede a Helsinki, Alemania invadió Finlandia; y el COI, disperso, no se planteó siquiera la posibilidad de los Juegos de 1944, asignados a Londres.

Después del nazismo, el holocausto y la bomba atómica, el ideal olímpico parecía apenas un candoroso sueño.

Fundador de la Federación Internacional de Atletismo Amateur (FIAA) en 1912, surgió, entonces, Sigfried Edstrom. Nacido el 21 de noviembre 1870, fue alumno de la Politécnica de Zúrich, y a los 20 años corría los 100 metros en 11 segundos e ingresó al COI en 1920, tras haber sido uno de los organizadores de los Juegos de Estocolmo.

Edstroem mantuvo el contacto entre los miembros de la institución, desde un país neutral durante la Segunda Guerra Mundial y el 21 de agosto de 1945, apenas al día siguiente de concluida la guerra, convocó a una reunión del organismo.

Sólo respondieron el británico Lord Aberdale y el estadounidense Avery Brundage. Pero fue suficiente.

Juntos desarrollaron una frenética labor para convencer al mundo de que los Juegos Olímpicos debían volver a celebrarse, y debían hacerse en Londres, destruida por los bombardeos, arruinada económicamente, pero símbolo de la resistencia, del tesón y de la victoria.

Y el mundo descubrió que, después de la catástrofe, quizás era necesario un acontecimiento como los Juegos, que hermanara a los pueblos y que difundiera un mensaje de paz. Sigfried Edstrom lo propuso al mundo. Gran Bretaña asumió el reto.

Terminó su mandato en 1952, después de los Juegos de Helsinki, que resultaron un modelo de fervor y de éxito populares.

Murió en 1964.






Junio de 2004
posted by Pedro Díaz G. @ 2:29 PM 0 comments
1920: llamada infructuosa





Pedro Díaz G.


Sucede en 1919.
En México, el 10 de abril muere, víctima de una traición, el caudillo Emiliano Zapata. Y con la rendición alemana culmina la Primera Guerra Mundial. Pierre de Fredy cita a Congreso extraordinario del COI, y se decide reanudar los Juegos en Amberes 1920. Los belgas declaran su bancarrota pero cuando todo parece perdido, joyeros e industriales los patrocinan.

El conde belga Henri de Baillet Latour, encargado de los Juegos, comunica a cada una de las legaciones diplomáticas belgas, que el Rey Alberto I extiende la invitación.

Envía Jules le Jeunne, de la representación belga en México, a la Secretaría de Relaciones, un texto manuscrito en Flamenco que permanece en el archivo histórico de la SRE, y traducido dice así: Legación de Bélgica: Señor subsecretario de Estado.

Tengo el honor de hacerle saber que el Comité Belga de la VII Olimpiada, ha invitado al Comité Olímpico de México a tomar parte en las justas deportivas que tendrán lugar en Anvers en 1920.

Un folleto relativo a los concursos de arte, acompaña a esta invitación y otros folletos serán enviados posteriormente, que harán conocer los reglamentos de los diferentes deportes que conforme a las decisiones del Congreso de París de 1914 componen una Olimpiada.

Estos serán: los deportes atléticos, los deportes náuticos, los deportes de combate, los deportes combinados, los deportes ecuestres, el ciclismo, el yachting, el tiro y los juegos: foot ball, aerostación, lawntennis, golf y polo.

Las justas en el estadio comenzarán el 15 de agosto poco más o menos, para terminarse el 10 de septiembre. Ciertos concursos tendrán lugar inmediatamente antes o después de los juegos del estadio.

Por orden del gobierno del Rey, tengo el honor de invitar oficialmente al Gobierno Mexicano a participar en estas fiestas deportivas.

Quedaré a usted muy reconocido si se sirve hacerme conocer, a corto plazo, su decisión, a fin de permitir al Comité Organizador reservar los alojamientos necesarios.

Aprovecho esta ocasión, señor Subsecretario de Estado, para renovarle las seguridades de mi consideración muy distinguida.

Jules le Jeunne México, noviembre 11 de 1919.

El 5 de diciembre responde el Subsecretario Hilario Medina.

Señor Ministro: Tuve la honra de recibir la atenta nota de Vuestra Excelencia, fecha 11 de noviembre último, en la que se sirve transmitir la invitación que el Comité Belga de la Séptima Olimpiada hace al Comité Olímpico de México para tomar parte en las justas deportivas que tendrán lugar en Anvers en 1920.

Al manifestar a Vuestra Excelencia que aún no se reciben el folleto que acompañaba la invitación ni los otros ofrecidos, tengo la honra de manifestarle que por no existir en México Comité Olímpico, se hace publicar la invitación que este Gobierno agradece debidamente, para los efectos que haya lugar.

Gustoso aprovecho la oportunidad para renovar a Vuestra Excelencia las seguridades de mi muy atenta consideración.

No van, no van los deportistas mexicanos a los Juegos. Hay delegado de México ante el COI, Miguel de Béistegui, pero no existe Comité Olímpico Mexicano.

Todavía no hay muchas cosas.



Julio de 2004
posted by Pedro Díaz G. @ 2:22 PM 0 comments
1924: Tiempo de integración





Viajó hasta México, en su periplo olímpico, el conde Belga Henri de Baillet Latour, vicepresidente del COI
Traía la invitación de Pierre de Coubertin para que México asistiera a los Juegos de París, 1924. Con un lleno total en la Sala de Armas Bersín, leyó el conde, en abril de 1923: Señores: Os traigo el saludo del Comité Internacional Olímpico. El gran honor que fue para mí el encargo de esta agradable misión, se ha convertido en un verdadero placer, porque tendré la oportunidad de colaborar con ustedes en dar a México una organización tan perfecta como sea posible, similar a las organizaciones establecidas en los demás países del mundo. Esta organización daría ante el Comité Internacional Olímpico una garantía sin la cual los atletas mexicanos no estarían capacitados para tomar parte en los Juegos Olímpicos ni en los Juegos de la América Central.

Nuestra misión no es intervenir en los asuntos internacionales de cada país. Respetuosos de la libertad de todos, estimamos que cada nación debe organizar los deportes tal como lo juzgue conveniente; lo que deseamos es que todas ellas participen en los Juegos Olímpicos, el fomento de la educación física y la propagación de la idea olímpica, cuyo elevado ideal lleva a la moral los mismos beneficios que la práctica de los deportes. Todos los deportes al alcance de todos, sobre un pie de igualdad, es nuestra divisa. Amistad entre las diferentes clases sociales y entre los pueblos es nuestro objetivo, tal como lo muestra nuestro emblema.

Un apostolado entre los atletas es nuestra obra cotidiana y tal es la razón por la cual el Comité Olímpico se hace representar, eligiendo en cada país los hombres que juzga los más capacitados para dedicarse a hacer penetrar en sus compatriotas las cualidades físicas indispensables y elevar el alma de los que ya practican los deportes en su forma más pura: el amateurismo. Estas cualidades son: respeto a la disciplina, sumisión absoluta a la autoridad, control sobre sí mismo en la derrota, olvido de sus propios intereses por el triunfo de su "team", deseo de vencer por ambición personal, pero más aún por el honor de su bandera; voluntad de perfeccionarse con la esperanza de vencer un día al que acaba de obtener una victoria merecida.

Me permito deciros, para terminar, que el Comité y yo formulamos votos por la prosperidad de vuestro país y por los futuros éxitos de vuestros atletas.

No puedo insistir lo suficiente sobre el placer que siento de encontrarme entre vosotros y cumplir la bella misión de que estoy encargado, en substitución de vuestro ilustre presidente, el Barón Pierre de Coubertin, retenido en Europa por el mal estado de su salud.

Todos aplauden al concluir el discurso del conde de Baillet.

Queda conformado, así el primer Comité Olímpico Mexicano en carácter de provisional.

Otro punto es tratado en esta reunión: no basta con un representante de México ante el COI Miguel de Béistegui; propone De Baillet a don Carlos Rincón Gallardo y comenta que tanto este nombramiento, como la aceptación de México ante el Comité Olímpico Internacional, serán comunicados oficialmente en unos meses.

Antes de la partida del conde hacia otras naciones, es honrado por Carlos Rincón Gallardo, el marqués de Guadalupe, quien le invita a un desfile de charros en el Polo Club. Se va el conde. Ha sembrado una semilla. Viajarán los atletas a París; que gozo.

Pero, ¿y el dinero?...



Julio, 2004
posted by Pedro Díaz G. @ 2:06 PM 0 comments
1928: La aventura holandesa









Pedro Díaz G.


Muchas cosas suceden en apenas unos años.
La década de los 20 sirve al deporte mexicano para organizarse. Ya hay comité Olímpico; ya se asistió a París 1924, aunque sin mayores logros que la experiencia del viaje.

Los jóvenes deportistas, entusiastas, se multiplican por toda la República.

José Vasconselos, como secretario de Educación, inaugura el Estadio Nacional, en la colonia Roma, en 1924.

Crece la ciudad. Surgen fraccionamientos por doquier, mientras los deportistas abarrotan los campos, las canchas, los gimnasios y las arenas.

Lo mismo del Club Deportivo Internacional, que del Club Yaqui, de la YMCA, de la Escuela Nacional Preparatoria, del Colegio Militar y del Departamento de Educación Física de la SEP.

En 1926 se realizan en la ciudad de México, los I Juegos Centroamericanos.

Se cumple con la recomendación del Comité Olímpico Internacional, para que los deportes nacionales se organicen en federaciones.

El problema ahora es que no hay un nuevo organismo que rija las actividades de dichas agrupaciones. Funciona ya un Comité Organizador de los Juegos Centroamericanos, creado por el COM, pero, sin personalidad jurídica para convocar a las federaciones, el Comité decide, junto con la Federación Atlética, que se debe crear una instancia más. Planean llamarla Confederación Deportiva Mexicana de Aficionados. Será en algunos años más la Codeme.

A los Centroamericanos sólo viajan tres países; bueno, dos: Cuba y Guatemala. Más de 140 personas 113 de ellas son los atletas que representarán a la isla en la competencia vienen de Cuba, los guatemaltecos son apenas 20 deportistas.

Será, la de México, la delegación más numerosa en este encuentro deportivo: 136 atletas.

Se compite en siete especialidades: atletismo, basquetbol, beisbol, esgrima, natación, tenis y tiro. Y el calendario de las pruebas dura casi un mes.

Y hay triunfos destacados, como el del clavadista mexicano Federico Mariscal, del Club Acuático Reforma, o del esgrimista Ramón Fonst, de Cuba.



Cinco días sin bañarse

1928, año olímpico.

El futbol mexicano, se decide, viaja a Amsterdam, para el torneo que inicia semanas antes que los Juegos. Se integra al vapor un equipo que, sin haber entrenado, inicia lo que para muchos será su primer viaje a Europa.

Y las aventuras...

Cinco días de México a Nueva York, por tren. Y de ahí al trasatlántico Majestic, hasta Inglaterra, ocho días más, pero antes lo que desesperadamente buscan los atletas en la urbe de hierro es el baño más cercano para poder, por fin, asearse.

Los resultados: 7-1 goleó España; Chile ganó 3-1 y los eliminó del torneo. En sólo dos encuentros quedó marcado el destino del futbol mexicano en su primera incursión internacional. Pero, no obstante lo adverso del resultado, los jugadores mexicanos son felicitados por el propio conde Baillet de Latour, quien les rinde homenaje por la limpieza de su juego, por su deportivismo y entrega.

Y como se disputa antes que otros deportes el balompié, para que el resto de la delegación haga el viaje, en México mientras tanto se hace otra colecta pública, organizada por el Comité Olímpico, y se reunen 52 mil pesos.

El 24 de junio la delegación mexicana es abanderada por el profesor Moisés Sáenz, en el estadio Nacional. El atleta Jesús Aguirre recibe el lábaro patrio.

Están los mexicanos en Amsterdam, donde por primera vez arde la llama olímpica. Transportada de relevo en relevo, parte de Grecia y cruza Yugoslavia, Austria, Alemania y los Países Bajos; simboliza la unión de la juventud del mundo en un ideal común. Por primera vez el juramento del atleta que representa a todos aquellos congregados en la Olimpiada, es transmitido al mundo entero... Por primera vez compiten las damas en las pruebas de atletismo. Por segunda vez los mexicanos regresan con las manos vacías. Un par de victorias del boxeador Alfredo Gaona, antes de ser eliminado, y nada más. Ni una medalla. Otra vez. Pero algo aprenden los viajeros. La maquinaria deportiva está cada vez mejor aceitada. La tercera es la vencida: Los Ángeles 1932.



Julio, 2004